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Signatura: L21551
Fecha: 1931-09-29
Tipo de documento: Prensa
Idioma: Castellano
Fuente: Ion Urrestarazu Parada
Descripción: NOTAS VASCAS. Los excesos de un cura en Martutene / La Voz de Guipúzcoa, p. 6
Observaciones: "NOTAS VASCAS Los excesos de un cura en Martutene En el pintoresco barrio de Martutene, después de cruzar un puente que atraviesa sobre las vías del ferrocarril del Norte, y en la cima de la pequeña colina, existe diminuta iglesia, en la que desde los venturosos tiempos de la monarquía un sacerdote, perteneciente, al parecer, a la parroquia del Buen Pastor, celebra el santo sacrificio de la misa los domingos y días festivos, a las siete y media de la mañana. Este buen hombre —cristianamente le supongo un buen hombre— venía acosando a los fieles con sus arengas mitinescas, alejando así del templo a los indígenas, al igual que a lo más granado de la colonia veraniega. Combatió s[i]n piedad a la cristianísima Prensa anticlerical, entre cuyos periódicos, naturalmente, se contaba LA VOZ DE GUIPÚZCOA, recomendando no fuera leída, y tratando de boicotearla, lo que ha dado siempre al clericalismo negativo resultado para su desesperación, y como justo castigo de Dios, porque el pueblo guipuzcoano, que tanto nos favorece, conoce, no sólamente la enorme difusión de nuestro diario, sino, lo que es mucho más importante, la gran simpatía popular con que es acogido. Eran feroces las arremetidas de este cura contra Marañón, Pietro y demás líderes de las ideas democráticas predicadas por el mártir del Gólgota. De sus ataques no se salvó la memoria del glorioso Blasco Ibáñez, si la filantropía del devatarra don José Manuel Ostolaza. Tan irascible señor cura se vió un buen día sorprendido con la novedad de haber sido implantada la República en España, y recordando acaso sus andanzas por tierras de Méjico, se le debió arrugar el ombligo, amainando momentáneamente en sus facciosos ataques. Pero al observar que España no es Méjico, y nuestro Gobierno republicano empleaba para combatir a sus enemigos mantequilla pura, tuvo un inmenso placer recogiendo el vocabulario más crudo e insultante que pudo, y ahora lo lanza para herir los oidos de sus pacientes feligreses. Ocurría casi siempre que muchos de ellos, al llegar el momento de los incorrectos desahogos del orador, llenos de prudencia salían del templo, para volver a entrar cuando el mitinesco clérigo terminaba su campaña contra la República. Hasta que al fin el pasado domingo sucedió lo que forzosamente tenía que suceder. Un caballero, vecino del barrio, conocido como ferviente católico, apostólico y romano, ante la actitud airada del clérigo, que vuelto de espaldas al altar suele sermonear violentamente al público, suponiéndose aludido por la expresión de la mirada de un ministro del Señor, contestó mesuradamente que él había ido a la iglesia par aoir misa y la predicación el Evangelio, y no groseras campañas de carácter político, que si nosotros creemos son impropias de la misión de un sacerdote, quedan convertidas en verdaderas herejías cuando se hacen durante el sacrificio de la misa. El cura replicó al caballero. Este tuvo el cristianismo de guardar discreto silencio ante la provocación del tonsurado. Y si no llegó a pasar algo grave dentro del templo, fué porque, al haberse celebrado la noche anterior los festejos de la barriada, hubo música y alegre bailoteo hasta la madrugada, lo que trajo como natural consecuencia que a muchos hombres al calorcito de la acogedora cama les hiciera dejar de acudir a mitin tan mañanero, provocador de la edificante escena. Considero como cosa inevitable que si no se toman medidas que corten los excesos del enconado presbítero, cualquier día festivo podrán ocurrir en la diminuta iglesia de Martutene, sucesos graves. Dejemos que hable el tiempo. PEDRO GORRI."
Grupos: Crónicas de La Voz de Guipúzcoa del año 1931
 
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Signatura: L21551
Fecha: 1931-09-29
Tipo de documento: Prensa
Idioma: Castellano
Fuente: Ion Urrestarazu Parada
Descripción: NOTAS VASCAS. Los excesos de un cura en Martutene / La Voz de Guipúzcoa, p. 6
Observaciones: "NOTAS VASCAS Los excesos de un cura en Martutene En el pintoresco barrio de Martutene, después de cruzar un puente que atraviesa sobre las vías del ferrocarril del Norte, y en la cima de la pequeña colina, existe diminuta iglesia, en la que desde los venturosos tiempos de la monarquía un sacerdote, perteneciente, al parecer, a la parroquia del Buen Pastor, celebra el santo sacrificio de la misa los domingos y días festivos, a las siete y media de la mañana. Este buen hombre —cristianamente le supongo un buen hombre— venía acosando a los fieles con sus arengas mitinescas, alejando así del templo a los indígenas, al igual que a lo más granado de la colonia veraniega. Combatió s[i]n piedad a la cristianísima Prensa anticlerical, entre cuyos periódicos, naturalmente, se contaba LA VOZ DE GUIPÚZCOA, recomendando no fuera leída, y tratando de boicotearla, lo que ha dado siempre al clericalismo negativo resultado para su desesperación, y como justo castigo de Dios, porque el pueblo guipuzcoano, que tanto nos favorece, conoce, no sólamente la enorme difusión de nuestro diario, sino, lo que es mucho más importante, la gran simpatía popular con que es acogido. Eran feroces las arremetidas de este cura contra Marañón, Pietro y demás líderes de las ideas democráticas predicadas por el mártir del Gólgota. De sus ataques no se salvó la memoria del glorioso Blasco Ibáñez, si la filantropía del devatarra don José Manuel Ostolaza. Tan irascible señor cura se vió un buen día sorprendido con la novedad de haber sido implantada la República en España, y recordando acaso sus andanzas por tierras de Méjico, se le debió arrugar el ombligo, amainando momentáneamente en sus facciosos ataques. Pero al observar que España no es Méjico, y nuestro Gobierno republicano empleaba para combatir a sus enemigos mantequilla pura, tuvo un inmenso placer recogiendo el vocabulario más crudo e insultante que pudo, y ahora lo lanza para herir los oidos de sus pacientes feligreses. Ocurría casi siempre que muchos de ellos, al llegar el momento de los incorrectos desahogos del orador, llenos de prudencia salían del templo, para volver a entrar cuando el mitinesco clérigo terminaba su campaña contra la República. Hasta que al fin el pasado domingo sucedió lo que forzosamente tenía que suceder. Un caballero, vecino del barrio, conocido como ferviente católico, apostólico y romano, ante la actitud airada del clérigo, que vuelto de espaldas al altar suele sermonear violentamente al público, suponiéndose aludido por la expresión de la mirada de un ministro del Señor, contestó mesuradamente que él había ido a la iglesia par aoir misa y la predicación el Evangelio, y no groseras campañas de carácter político, que si nosotros creemos son impropias de la misión de un sacerdote, quedan convertidas en verdaderas herejías cuando se hacen durante el sacrificio de la misa. El cura replicó al caballero. Este tuvo el cristianismo de guardar discreto silencio ante la provocación del tonsurado. Y si no llegó a pasar algo grave dentro del templo, fué porque, al haberse celebrado la noche anterior los festejos de la barriada, hubo música y alegre bailoteo hasta la madrugada, lo que trajo como natural consecuencia que a muchos hombres al calorcito de la acogedora cama les hiciera dejar de acudir a mitin tan mañanero, provocador de la edificante escena. Considero como cosa inevitable que si no se toman medidas que corten los excesos del enconado presbítero, cualquier día festivo podrán ocurrir en la diminuta iglesia de Martutene, sucesos graves. Dejemos que hable el tiempo. PEDRO GORRI."
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