Ekaitza Gipuzkoako kostaldean
El Temporal
Ayer a las seis de la mañana próximamente el barómetro descendió con rapidez. El día a aquella hora se presentaba hermoso y a no ser por el aviso del aparato, nada hacía presagiar que se desarrollase en breve un temporal tan terrible como el que se desencadenó a los pocos momentos.
Por detrás de los montes de Amezagaña e Igueldo surgió de improviso una nube oscura casi negra que cambiaba de forma a cada instante y avanzaba con rapidez.
Algunos marinos que había en el extremo del muelle llamado Cay-arriba vieron la nube y que algunas lanchas de pesca regresaban esforzándose sus tripulantes por acelerar a fuerza de remo la marcha de las embarcaciones. Viendo la inminencia de un temporal avisaron al práctico que en aquellos momentos se ocupaba en dirigir la salida del muelle de una goleta inglesa; apercibidos con el aviso volvieron a meter en el muelle el barco y cerraron inmediatamente las puertas.
En aquel momento el temporal se desencadenó con violencia, las aguas de la bahía comenzaron a agitarse con violencia y olas terribles de considerable altura aparecieron a la entrada del puerto. Algunos momentos que hubiera tardado el práctico en apercibirse del peligro que ofrecía la salida del dique; y la goleta ya en medio de la bahía hubiera sido arrastrada por el vendaval hasta la playa o estrellada contra el muro del parque Alderdieder.
De nuestro puerto habían salido ya las lanchas de pesca y la ansiedad y el temor se pintaba en todos los rostros. En el extremo del muelle de Cay-arriba estaba la mayoría de las familias de pescadores aguardando con impaciencia ver entre aquellos montes de espuma la embarcación que conducía al padre, al esposo o al hermano. Al poco tiempo habían entrado con felicidad todas las lanchas menos dos y las familias de aquellos que iban embarcados en las pequeñas embarcaciones que faltaban se entregaban a la desesperación creyendo habrían perecido.
Afortunadamente el telégrafo comunicó al poco tiempo que una de las traineras estaba en Guetaria donde había arribado con felicidad y la otra en Pasajes, en cuyo puerto entró también el vapor San Miguel que remolcaba un pequeño bote que había encontrado fuera de las puntas y recogió a los tripulantes a bordo.
A las diez de la mañana, el vigía hizo seña que un barco se dirigía a este puerto; salió el práctico en su trainera, pero el patrón se negó a aceptar el atuaje, y desconociendo por completo las condiciones de la bahía, fondeó creyéndose seguro, fuera de la línea de las boyas, y muy próximo al arenal.
El comandante de este puerto, Sr. Baldasano, ordenó que el práctico saliese con los hombres necesarios para conducir el barco, a un sitio en que las condiciones fuesen más seguras.
Salió el práctico, Elías Galduna, y al poco tiempo Antonio Aguirre. EL estado del mar era imponente, cuando las lanchas de atuaje atravesaban la bahía, olas inmensas las zarandeaban de uno a otro lado; parecía imposible que aquellas pequeñas embarcaciones pudieran llegar hasta el patache anclado en la bahía; en el muelle un gran gentío, a pesar del viento y de la lluvia contemplaba con admiración y ansiedad la marcha de las traineras, expuestas a zozobrar al menor descuido.
Llegaron por fin al barco, y después de un trabajo ímprobo que duró desde las diez de la mañana hasta las seis y media de la tarde, consiguieron dejarle en sitio conveniente, y con las amarras necesarias para aguantar el temporal.
Durante este tiempo tuvieron que llegar al puerto para tomar un calabrote de gran consistencia que aguantase los tirones que daba el barco, combatido por las olas.
El comandante, Sr. Baldasano, estuvo en el muelle presenciando las maniobras, y dió órdenes para que los tripulantes del patache, una vez que estuviera éste fondeado, fuesen trasladados a tierra si lo creían conveniente. También dispuso que estuviese preparado el salvavidas y la tripulación del mismo, para el caso que hubiera necesidad de hacer uso de él.
Afortunadamente, no fue necesario emplearle, puesto que a las seis y media regresaron en una trainera los 23 hombres que habían estado trabajando con denuedo desde las diez de la mañana. Regresaban como si el atravesar el espacio que media desde el muelle hasta el patache no ofreciese ningún peligro; serenos y tranquilos. Al desembarcar fueron acogidos con plácemes por todos los que estábamos en el muelle.
La tripulación del patache se negó a trasladarse a tierra.
Este barco es de la matrícula de Gijón, salió el lunes de Bayona con cargamento de tabla, y se llama Guadalupe. Todos los marinos que conocen los peligros que existen en la bahía cuando hay mucha mar, calificaban de temeridad que la tripulación haya permanecido a bordo.
Tanto los prácticos como los remeros que los acompañaban, merecen los mayores aplausos por la valentía de que ayer dieron pruebas.
Como hemos dicho, desde las diez de la mañana hasta las seis y media de la tarde, sin comer, calados por el agua del mar y de la lluvia lucharon hasta conseguir el objeto que se proponían, y que marinos avezados a las luchas con el mar, consideraban imposible, dada la intensidad del temporal.
Por ahorrar el patrón del Guadalupe el importante del atuaje, ha expuesto a perder el barco, la vida, la de la tripulación y las de otros veintitrés hombres que salieron a auxiliarle, dando muestras de una abnegación sin límites.
La tripulación del vapor Fernández Sanz que entró ayer en el puerto de Pasajes vio a las dos de la mañana a alguna distancia de tierra unas 50 embarcaciones de las destinadas a la pesca que indudablemente han sido sorprendidas por el temporal.
Estas noticias nada tranquilizadoras hace que haya gran ansiedad por conocer las novedades de los pueblos de la costa donde se teme falten algunos habitantes que hayan perecido en el mar.
Los marinos están muy extrañados de la rapidez y forma con que se ha desarrollado el temporal que califican como el más grande de los sufridos este invierno en la costa Cantábrica.
El barómetro bajó durante la mañana de un modo brusco y rápido, pero enseguida volvió a ascender, y anoche continuaba alto lo que parece indicar se calmará en breve el estado de agitación de la mar.
En tierra también ha ocasionado el vendaval algunos desperfectos, muchas chimeneas han sido arrancadas de su sitio y lanzadas a la calle con grave riesgo de los transeúntes.
En algunos jardines particulares también se han encontrado algunos destrozos en la plantación.
Muchos tejados han quedado en mala situación por haber desaparecido la mayoría de las tejas que los formaban, y no han sido pocos los cristales que el viento rompió con su marcha impetuosa.
En la Concha y en el muelle hubo durante todo el día numeroso público presenciando los terribles golpes de mar que entraba en la bahía, y la lucha tenaz de los hombres del atuaje.
Cuando mayor fue la emoción fue a la salida de dos vapores de los destinados a la pesca, que abandonaban la bahía, dirigiéndose a Pasajes.
Al atravesar la barra, quedaban tan pronto ocultos completamente como elevados a altura considerable.
Afortunadamente estas embarcaciones como las restantes, pertenecientes a los señores Mercader y Erquicia, llegaron a Pasajes sin novedad.
Durante la tarde se dijo que faltaba una lancha de pesca de Pasajes, con cinco tripulantes, pero afortunadamente el rumor no se ha confirmado.