Destilería Henry Garnier y Compañía
La industria en Guipúzcoa
No es ésta la vez primera —ni será seguramente la última— que dediquemos un espacio a las industrias establecidas en la provincia para su honra y provecho.
Hoy se le vamos a dedicar a una industria nueva, por decirlo así, establecida apenas hace tres años en Pasajes. Nos referimos a la destilería de los señores Henry Garnier y Compañía, cuya fábrica visitamos hace ya días espontáneamente —dicho sea para ahuyentar toda malicia y sospecha de reclamo— atraídos por el elogio generalizado a tan notable establecimiento.
Éste supera a cuanto nosotros podamos decir. Es realmente una fábrica modelo que nada tiene que envidiar a las del extranjero, pero que quizá sea por éstas envidiada.
Ocupa una superficie de 2.500 metros cuadrados en los terrenos llamados propiamente la Herrera, junto a las fundiciones del Norte, de las que también algún día nos hemos de ocupar.
Visitamos en primer término la sala de embotellar, inmensa dependencia donde pueden seis mujeres y dos hombres despachar 1.200 botellas al día, desde llenarlas hasta enfundarlas después de haberlas encorchado, capsulado, etc.
Todas estas operaciones se hacen automáticamente, por aparatos de precisión, modernos, sencillísimos, fáciles al manejo de una niña.
En esta sala y a gran altura están emplazadas seis enormes tinas de roble que contienen los distintos coñacs, dispuestas de modo tal, que puede hacerse venir por un mismo conducto el líquido de cada una.
Sobre ellas aparecen las dos tinas batidoras que sirven para la mezcla de los cognacs, los cuales afluyen por el sistema de bomba expelente a vapor.
Para librar al líquido de los rigores de la temperatura, tiene esta sala la calefacción por vapor instalada.
Inmediata a esta sala está la máquina de vapor, Kossotty, de 36 caballos de fuerza, una verdadera monada, si cabe la palabra, por sus dimensiones y mecanismo, y fuera la caldera perpendicular aislada, a una presión de seis atmósferas. Y junto a la máquina la dinamo para el alumbrado de todo el establecimiento, Rechinnieuski, de 90 luces de 30 bujías.
Pero el departamento que más llama la atención es el de la destilería, modelo en su género, lo mejor de cuanto hemos visto y desde luego infinitamente superior a los de Andalucía.
Relucientes como el oro de una patena funcionan cuatro enormes alambiques de doce hectolitros cada uno, otro de cinco y uno de agua, Saballs, modificado por indicación de M. La Roche, director de la fábrica.
Todo es allí fabricación Mareste de Cognac y no hay detalle que no obedezca a las más refinadas perfecciones. Reciben lo alambiques la temperatura por una cañería inferior a la meseta que los sostiene y el acceso a ellos del líquido se hace también automáticamente por medio del depósito-batidera de 160 hectolitros colocado a mayor altura, que aspira a su vez los vinos por igual procedimiento de los conos del almacén inmediato.
Son estos conos inmensos diez, de capacidad cada uno para 700 hectolitros y su sistema de llenarse es igualmente curioso.
Los vinos se echan al vaciar las cubas en un depósito general más bajo del suelo, y desde allí por una serie de cañerías combinadas es conducido, mejor dicho absorbido por el cono que se quiere llenar. Para esto basta mover una palanca y dar vuelta a una llave.
Del mismo modo se eleva luego el líquido del tonel o cono que se quiera al depósito que comunica con los alambiques de la destilería. Es verdaderamente admirable.
Hay también en este almacén un poderoso ascensor para subir los toneles al depósito, vastísima sala donde en enormes montones yacen de 900 a 1.000 barricas con 2.000 a 2.500 hectolitros de aguardientes o cognacs tomando el color que sólo es fruto del tiempo.
Los talleres de carpintería, herrería, cierre de cajas, almacén de mercancías preparadas para la exportación, oficinas, etc. todo es digno de un establecimiento que hace honor a la industria a que está consagrado, a la inteligente dirección de M. La Roche, y a los señores Garnier y Compañía que con tanto tesón han montado una industria que sobre los beneficios que este país reporta, tanto dice en bien del nombre de la España industrial.