Altza XIX. mendeko kroniketan

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Akatsak eta konponketak San Markoseko gotorlekuan

La Unión Vascongada – 1893-11-24

Sobre San Marcos

En La Correspondencia Militar llegada ayer a nuestra redacción encontramos una exposición dirigida a S.M. la Reina con motivo de la chispa eléctrica que cayó sobre el fuerte de San Marcos durante la tormenta que descargó la madrugada del 18, y que reproducimos íntegra a pesar de su extensión por los curiosos datos que contiene y cuyo conocimiento es muy conveniente difundir entre nuestros apreciables lectores:

SEÑORA

Desde que se empezó a introducir pólvora y explosivos en los almacenes del fuerte de San Marcos, vengo llamando la atención de los ministros de la Guerra, sobre el hecho inaudito de que en un polvorín que aloja cerca de 30.000 kilogramos de pólvora no hubiese un miserable pararrayos, chocándose doblemente esto por la profusión con que está dotado de estos aparatos el fuerte de Choritoquieta, que tiene tres, siendo infinitivamente pequeño.

Todos se han debido reír de mis advertencias pues nadie ha hecho maldito el caso de las muchas cartas que han visto la luz pública en La Correspondencia Militar censurado algunas deficiencias más servicios, las primeras que podían ser fatales en el caso de un sitio y los segundos, o sea los servicios, que pagándoles el Estado con largueza, resultaban perfectamente inútiles.

Debo hacer una excepción, y es la del ilustrado ministro de la Guerra general Azcárraga, que dando oídos al que tiene el honor de dirigirse a V. M., visto que los Poderes públicos no quieren oír, el general ilustre señor Azcárraga modificó el servicio sanitario y de correos con gran economía para la ración y con beneficio para las fuerzas que en cumplimiento de su deber guarnecen aquellos fuertes.

Los aljibes de los dos fuertes estaban malísimamente construidos, pues desde el primer momento hicieron un agua imposible de beber y que no se utilizaba más que para la limpieza, llegando ya la desidia y el abandono al extremo de que se secase completamente el de San Marcos. ¡Qué situación para resistir un sitio!

También los aljibes fueron limpiados y vestidos de Pórtland por orden expresa y terminante del general Azcárraga, y hoy tienen agua abundante y mona.

Otra de las reclamaciones que hice fue la de los dichosos pararrayos, y también tengo entendido que el mismo ministro ordenó la terminación de un expediente para ver en que se fundaba esta deficiencia.

Al poco tiempo cayó del poder el partido conservador y con el fin de que al nuevo ministro no le pasase desapercibida la cuestión, volví a escribir varias cartas, tarea en la que me ayudó un señor que firmó con el pseudónimo de Un Veraneante.

Se dice en San Sebastián, que dictaminó en el expediente formado de orden del ex ministro de la Guerra, Sr. Azcárraga, una junta de jefes del cuerpo de ingenieros, que eran completamente inútiles los pararrayos en el fuerte de San Marcos, porque lo preservaban de descargas eléctricas los que se habían instalado en Choritoquieta. Téngase en cuenta que este fuerte, está del de San Marcos a una distancia de setecientos metros y a una altura mayor de treinta.

Atrocidad científica tan estupenda fue rebatida hará unos tres meses, publicando a la vez, en apoyo de mi aserto la teoría admitida por el mundo científico sobre la extensión de la influencia de esos aparatos puesto que parece ser se desconocía por completo.

Esta campaña, que me produjo la satisfacción de ver los arreglos hechos por el general Azcárraga, también me cansó el disgusto de saber que indignados andaban haciendo averiguaciones para describir la persona que lanzaba estas noticias, con el béntico fin de hundirme, causándome tanta más pena cuanto que si entró mi nombre detrás de un pseudónimo, fue sólo porque estaba en la creencia de que me hacía acreedor a las gracias de parte de la autoridades militares por emplear mi observación y mis conocimientos bien de la nación y del ejército.

Hará, señora, próximamente cuarenta días que escribí sobre la cuestión pararrayos, haciendo propósitos de no molestarme más, en vista de que no se me hacía caso, pero hoy, ante lo ocurrido en la madrugada del día 18 del actual, en que por milagro no tenemos que lamentar otra hecatombe como la de Santander, me dirigió a V. M. último poder que me queda por llamar su atención.

A las tres de la madrugada del citado día se formó encima del fuerte de San Marcos una horrorosa tempestad, desprendiéndose de la nube una chispa eléctrica por el asta de la bandera, la cual polvorizó: pasó a la batería acasamatada, dormitorio de la tropa, destrozó la mochila de un artillero, fundió un machete, y después de causar otros desperfectos de poca consideración, se dirigió al polvorín.

En la pared que separa este depósito del pasillo de entrada, hay un hueco que tiene dos puertas de cristal por la parte anterior y posterior y en medio un farol que alumbra el interior del polvorín y la puerta de entrada. Pues bien los dos cristales quedaron destrozados y el farol fundido. La chispa eléctrica debió compadecerse de España que tantas catástrofes recientes lamentan y después de estar jugando con 30.000 kilogramos de pólvora, por no destruir un fuerte que ha costado dos millones de pesetas y enterrar bajo sus escombros cien hombres que no tienen culpa, volvió a salir sin incendiarle.

En esto, señora, hay responsabilidad para el que construyó el fuerte a pesar de la recompensa extraordinaria que se le otorgó, consistente en un empleo redondo, y la hay mucho mayor física y moral para los que se han empeñado en sostener una atrocidad científica que ha podido costar a la nación luto, lágrimas y dinero.

Depúrense los hechos y que sufra el rigor de la ley el que tenga responsabilidad sea quien sea.

San Sebastián, 20 de noviembre 1893

Señora: A. L. R. P. de V. M., un subalterno de Infantería.