Biografía del teniente coronel de infantería y gobernador del fuerte de San Marcos Don Prudencio Arnao y Basurto
Figuras Guipuzcoanas
(Instantáneas)
LIX
Prudencio Arnao
De muchas proezas fue teatro esta provincia durante las guerras civiles que han asolado a este país. Habrá muy pocas o ninguna en las que no tenga el más importante papel el brillante cuerpo de miqueletes. Siempre el primero en arrostrar el peligro; donde iban nuestros bravos miqueletes iba una legión de héroes.
Mandados por jefes imperturbables y temerarios como Arana, valientes y entusiastas como Olazábal, serenos y arrojados como Dujois, bravos e incansables como Arnao y como Lojendio y tantos otros, donde iban ellos iba la tempestad, el terror del enemigo, la vanguardia de la Libertad.
Uno de los héroes más grandes de aquella epopeya es sin duda alguna Arnao, hombre de temple, de un gran corazón y cuyas hazañas envidiarán los guerreros de mejor hoja de servicios. Encarnación de la temeridad y del valor, su ambiente era el que estaba saturado por el humo de la pólvora y cuando en él respiraba y oía el silbido incesante de las balas y el estruendo de la artillería, el mismo peligro le entusiasmaba y acudía a la lucha como el tigre herido: más fiero cuanto mayor era la amenaza; buscando siempre el primer puesto para excitar con su ejemplo a los suyos.
Arnao adquirió una gran popularidad, sus proezas le dieron un nombre universal que liberales y carlistas repetían sin cesar: los liberales para ensalzarle y bendecirle; los carlistas para temerle. Su figura es una de las de más relieve en la historia de la guerra.
Arnao es, sin embargo de su fiereza en el campo de batalla, la bondad personificada; hombre de corazón sencillo, todo rectitud, pero todo sentimiento, sólo en la guerra, por uno de esos misterios de la naturaleza, se transforma en fiera, no para ser cruel, sino para luchar enardecido por el amor que profesa a las ideas liberales.
Es un héroe modestísimo que hoy vegeta, casi aislado del mundo, gobernando el fuerte de San Marcos, donde su soledad ha sido también amargada por heridas sufridas en su corazón de padre amantísimo.
Procede del cuerpo de forales, en el que ingresó como simple miquelete el año 1859. El siguiente año se alistó para la guerra de África, encontrándose en la gloriosa batalla de Vad-Ras. Terminada esta campaña, fue destinado nuevamente al cuerpo de miqueletes, y en agosto de 1870 salió a operaciones contra las partidas carlistas que se levantaron en esta provincia, tomando parte en las acciones de Oyarzun e Iturrioz y mereciendo por su comportamiento en esta última, ser agraciado con el grado de alférez. Volvieron a levantarse las partidas carlistas en 1872 y volvió a salir Arnao en su persecución; la acción de Mañaria le valió el empleo de teniente. Asistió a todas o la mayor parte de las acciones habidas en 1873, resultando herido en la de Oyarzun, ganándole grado de capitán en la de Azcárate y la efectividad de este empleo por la de Villabona. En 1874 estuvo primeramente de guarnición en Irún y luego prestó el servicio de contraguerrilla, tomando parte en el levantamiento del sitio de Irún y mandando la vanguardia en la toma de San Marcial, en cuyo hecho de armas se distinguió arrancando una bandera a los carlistas, por cuyo heroico hecho le fue concedida la cruz laureada de San Fernando con 1.500 pesetas anuales. Continuó en operaciones hasta la conclusión de la guerra, prestando siempre notables servicios y mereciendo últimamente el empleo de comandante por la acción de Choritoquieta. En 1887 ascendió a teniente coronel de infantería por antigüedad y en junio de 1888 fue baja en el cuerpo de miqueletes por haberle conferido el gobierno el mando del castillo de San Marcos.
En él continúa contemplando las mudas bocas de los cañones que miran a la frontera y rindiendo culto en su alma entera a las ideas liberales por las que fue lo que fue, un militar ejemplar, en la última guerra civil.