Biografía de Prudencio de Arnao
VASCONGADOS ILUSTRES
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Don Prudencio Arnao y Basurto,
(Teniente coronel de infantería.- Gobernador del fuerte de San Marcos)
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Nada más difícil que escribir biografías de personas que aún viven, porque la maledicencia se ceba, así en los biógrafos como en los biografiados.
Antes de dar principio a estos ligerísimos apuntes voy a destruir toda clase de suposiciones.
Arnao no sabe que yo he hecho y voy a publicar este boceto, los datos de que me sirvo no los he adquirido en San Sebastián, y me han costado algún trabajo, siendo como se verá algo incompleto.
Si yo fuera un militar de inferior graduación que Arnao, se diría que le adulaba para que me protegiera, si fuera superior se pensaría que le brindaba protección, nada de esto sucede; soy un compañero suyo y su igual; no pertenezco al país y lo conozco, pero muy superficialmente. Ahora, hechas ya estas salvedades escribiré con entera libertad e independencia.
Si remontamos a los orígenes y existencia de toda la nobleza española y extranjera, veremos que tiene principio en algún acto de valor o fuerza que se consideró digno de premio, así pues, si Arnao no fuera noble por su familia, sería mayor su mérito, puesto que iniciaría en su casa el primer hecho heroico que mereció la recompensa más preciada entre las clases militares; el verdadero diploma de valiente; la cruz laureada de San Fernando, ante la cual hay que descubrirse, porque esa cruz no todos la ganan y los más bravos sucumben al pretender alcanzarla. Para un pueblo viril y fuerte ese premio debe ser el mayor y el más preciado, y rodearse de consideración y respeto; porque con hombres que aspiran a obtener esa condecoración, que piensen siempre en ella y que busquen los medios de alcanzarla, ese pueblo sería invencible.
El teniente coronel de infantería D. Pedro Arnao y Basurto, nació en Guetaria el 28 de abril de 1842, y fue siempre de ánimo esforzado y carácter vivo, contando con gran desarrollo físico y elevada estatura; marchó de voluntario a la guerra de África formando parte de aquellos tercios vascongados que a las órdenes del general Latorre desembarcaron después de la toma de Tetuán; Arnao, que contaba entonces poco más de 17 años, asistió a las acciones del pueblo de Samsa y a la batalla de Vad-Ras el 23 de marzo de 1860; hecha la paz pocos días después regresó a su país donde los tercios quedaron disueltos y licenciados los que los formaban.
Pero ya la vida militar agradaba a Arnao ya fin de satisfacer sus aficiones, sin abandonar el país que tanto ama, según apuntes que hemos adquirido, consta que el 22 de julio de 1859 ingresó como miquelete voluntario de Guipúzcoa y que en los años sucesivos hasta el de 1872 que ascendió a oficial fue pasando por los diversos empleos de cabo segundo y primero, sargento segundo y primero, siempre a satisfacción de sus jefes y prestando muy buenos servicios al país y al Gobierno de la nación. En los primeros encuentros con los carlistas empezó a distinguirse y llamar la atención de sus jefes; y promovido a alférez de miqueletes el 1º de mayo de 1872, poco más de un mes después, el 10 de junio del mismo año fue recompensado con el empleo de teniente del ejercito por el mérito que contrajo en la acción de Mañaria, sostenida contra los carlistas el día 14 de mayo, y en la que Arno se condujo con extrema bizarría.
Reseñar las acciones, encuentros y hechos de armas de Arnao en esta provincia y fuera de ella durante la pasada campaña sería tarea imposible, basta abrir la historia de la guerra civil y ver en ella lo que hacían los miqueletes, que como los antiguos húsares de la muerte llevaban el lema de “No pido ni doy cuartel”, así que se batían como leones, sabiendo de antemano que de ser vencidos no había más remedio que morir.
Los galones de la carrera de Arnao señalan las acciones más culminantes en que tomó parte y son las siguientes fechas: El 10 de julio de 1873 fue recompensado con el grado de capitán por el mérito contraído en varias acciones; el 14 de octubre del mismo año ascendió a capitán; el 9 de diciembre se le dio grado de comandante, siempre por mérito de guerra; en el año de 1874, no se le premió con grados ni empleos y eso que fue éste el año de su hecho más culminante, pues en la acción de San Marcial el 25 de noviembre fue cuando ganó en la forma que después diré la laureada de San Fernando. El 28 de septiembre de 1875 obtuvo el ascenso a comandante por mérito de guerra y el 22 de abril de 1876, fue cuando realmente tuvo ingreso en el ejército, pues aunque se le concedían empleos por el Gobierno no se le había dado entrada en ninguna escala; clasificándosele como tal comandante de infantería con la efectividad antes citada, y al terminar la campaña contaba con las medallas de la guerra civil y de Alfonso XIII, cuatro cruces rojas del mérito militar de las señaladas para premiar servicios de guerra y la laureada de San Fernando premiada con 1.500 pesetas anuales.
La conceptuación de este jefe es de las más brillantes, y asistió tomando parte muy activa a casi todos los hechos de armas de las guerras carlistas y con especialidad a los que tuvieron lugar en esta provincia, conduciéndose siempre con arrojo y bravura digna de encomio.
No ha tenido, sin embargo, protectores; todo lo debe a sus propios méritos y son prueba clarísima de su escasa intriga las cuatro cruces rojas que le fueron conferidas en vez de grados o empleos que le hubieran elevado mucho y con rapidez. Su primera cruz del Mérito militar señalada para premiar servicios de guerra, se le concedió el 19 de agosto de 1873 por el mérito que contrajo en la acción de Oyarzun; otra en el mismo año como premio a su comportamiento en el combate sostenido en el mismo punto el 7 de septiembre. La tercera se le dio en 1875 por las operaciones llevadas acabo en la línea de Orio y las acciones sostenidas en Meagas e Indamendi; la cuarta en premio a su valor en varios otros hechos de armas; y por último, la de San Fernando de segunda clase o sea la laureada con la pensión de 1.500 pesetas anuales, por Real orden de 16 de marzo de 1876, como premio al extraordinario mérito que contrajo en la acción de San Marcial el 25 de noviembre de 1874. Tiene además la medalla de Alfonos XII y guerra civil, y por último, por Real orden de 10 de abril de 1888, fue nombrado gobernador del fuerte de San Marcos en cuyo cargo sigue actualmente desempeñándolo hace cuatro años a satisfacción de todos.
La nota más saliente de su vida, el hecho culminante de su historia es cómo pudo ganar la cruz laureada, porque esas cruces son tan difíciles de obtener que pocos las consiguen.
Irún se hallaba sitiado por los carlistas mandados por Mendivi. Hallábase de comandante militar de aquel puesto el coronel D. Juan de Arana, hoy retirado allí, y algunos días después de un terrible bombardeo se habían ocupado las alturas de San Marcos por cuatro compañías del regimiento Murcia, que atacados en la mañana del 25 de noviembre por cinco batallones carlistas fueron arrollados en las débiles fortificaciones que aún no estaban del todo concluidas.
Arana siente el fuego desde Irún y manda a dos compañías de miqueletes que se hallaban formadas en la plaza de San Juan, para prestar otros distintos servicios; que acudan a reforzar a las de Murcia, que creyó se defendían más tiempo.
Los carlistas se ensañaron con nuestros soldados, haciendo una horrible matanza; ebrios de vino y de sangre, gozábanse en su triunfo cuando se presenta Arnao con sus cien miqueletes, y aquellos cinco batallones que reunirían lo menos tres mil hombres se aterran y huyen cobardemente ante aquel puñado de héroes que ni pide ni da cuartel, y que llena el suelo de cadáveres enemigos vengando a nuestros soldados y haciendo un número mayor de muertos que lo era el de miqueletes que atacaban; en un momento quedó despejada la cresta de San Marcial, recuperadas las posiciones, libres los soldados de Murcia, que no habían muerto, mientras que los carlistas huían vergonzosamente por las laderas opuestas seguidos a la bayoneta por aquel puñado de miqueletes.
La victoria fue decisiva y completa, Arnao batió al enemigo, no ya con un tercio menos de gente como piden los estatutos de la orden, sino en la proporción de uno contra treinta, y no se comprende esto, sino por la sorpresa y la valentía de ataque contra unos hombres ya borrachos de sangre y de vino, pues los carlistas también eran valientes.
Arana, con algunas fuerzas, vino en apoyo de Arno; pero ya no era preciso, pues estas cosas son de oportunidad y del momento, y sin la casualidad de hallarse los miqueletes en la plaza formados y la prontitud con que cayeron sobre el enemigo no se hubiera logrado ese resultado, lo que no excluye en modo alguno el mérito contraído por Arnao y los suyos, ni demuestra menos su decisión y su heroico valor en aquel día.
Hecho tan honroso y carrera tan brillante, colocan a Arnao pro derecho propio entre los militares valerosos y los guipuzcoanos más ilustres, y al recordarlo así hoy, no mueve mi guía la pluma del compañero otro interés que el de que semejantes méritos no se olviden nunca por la patria, que al honrar a sus hijos se honra a sí propia, y estimula a los demás con tales ejemplos dignos de recuerdo y de alabanza eterna.
MANUEL DIAZ Y RODRIGUEZ
San Sebastián 3 de mayo de 1892.