Historia del castillo Feloaga
El Castillo de Feloaga
A manera de ciclópea muralla levántase el peñascal de Feloaga, alturas de imponderable poesía y de inenarrable majestad para muchos en Guipúzcoa y para más en España desconocidas aún.
Las peñas de Arkale parecen colocadas ahí por un hado para protegernos de una invasión. Forman tres picos enormes, cuyo acceso se hace casi imposible.
En la cumbre de uno de ellos —según la pintoresca descripción que hacen dos jóvenes y entusiastas guipuzcoanos— existe una especie de pequeña explanada como de unos ocho metro en cuadro, donde se ven perfecta y materialmente empotradas en la roca viva y formando fuertísima muralla, los vestigios del antiguo y célebre castrum romano, sobre el cual se asentó la fortaleza medieval de Feloaga.
Debía servir esta primera fortificación de atalaya, de torreón mayor, pues por parte que mira a oriente, y unos pocos metros más abajo, la misma roca presenta una explanada mayor con una concavidad en la peña, donde existió, por las trazas, la fortalidad principal.
Su posición es verdaderamente inexpugnable y más en aquellos tiempos, y si bien la peña, en la cual se asientan estas fortificaciones, está dominada por unos ocho metros por el picacho central, no cabe duda que tanto éste como el primero estarían también ocupados por la misma guarnición, cual puestos avanzados, como la prueba la configuración del terreno, lo escarpado de las laderas, y el nombre mismo Arkaleko-gaztelu de aquel conjunto de las tres formidables peñas, que con los montes del Jaizkibel y Aya cierran materialmente la cuenca del Bidasoa.
No es extraño, pues, que en el proyecto de fortificación del campo atrincherado de Oyarzun, se haya emplazado una formidable batería de defensa en aquel peñascal.
Del castillo de Arcale hablan todas las historias antiguas y modernas como construcción romana, y según el célebre historiador, arzobispo D. Rodrigo, fue una de las fortalezas que entregó Guipúzcoa a Alfonso VIII de Castilla cuando su unión voluntaria en 1200.
Enrique IV, en 1466, ordenó a la provincia que se apoderara de dicho nido de águila, cuando las sangrientas luchas de oñacinos y gamboinos, y que la Diputación foral lo derribara; pero se ve que en 1468 mandó fuese observado por su estratégica posición sobre la frontera. Así es que se ignora cuándo quedó arrasado.
Durante la última guerra civil fueron fortificadas dichas peñas por los carlistas y tomadas de noche por sorpresa por los miqueletes, única manera posible de apoderarse de aquella posición, y para que se vea hasta qué punto, hemos hablado con el bizarro gobernador militar del castillo de San Marcos, teniente coronel D. Prudencio Arnao, que fue precisamente quien llevó a cabo con su compañía de miqueletes, en la madrugada del 15 de septiembre de 1875, apoyado por la brigada Salcedo, tan arriesgada operación.
Actualmente, y para que se comprenda la diferencia de las construcciones entre las del tiempo del imperio romano y medievales y las actuales, sólo diremos que la cimentación de la primitiva fortaleza subsiste fuerte y dura cual la roca e que se empotra, pero que en cambio están ya por el suelo las fortificaciones levantadas durante la última guerra civil, sobre dichas ruinas arqueológicas.
El castillo que ostenta Oyarzun en su escudo de armas es en representación del de Feloaga, y de este solar descendía el oyarzuarra D. Francisco Antonio de Feloaga, caballero de la orden militar de Calatrava, senador de Nápoles y autor de un tratado de jurisprudencia publicado en Madrid en 1675.
Al pie de esta fortaleza subsiste una fuente, y con esto puede calcularse la importancia mayor de la posición.