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Referencia: |
1624 |
Tipo de documento: |
Fotografía Fecha: 1936 |
Descripción: |
José Ramón Sarriegi, alcalde de Altza. 1936. Blanco y negro. 18 x 12, 5 cm. |
Observaciones: |
Fue alcalde de Altza a principios del siglo XX. La foto está tomada en Bidebieta, en el jardín de la familia Lasa. Se dedicó a la construcción. Entre otros trabajos, participó en las obras del fuerte de San Marcos, construyó la casa Vista Alegre o Tantarrene de Herrera, la casa Garbera-Txiki, también conocida como Palacio, donde vivió.
Breve relato de los días previos al fallecimiento de J. R. Sarriegui, de boca de Francisco Lasa: Los militares nacionales de Loiola pusieron los cañones en Ametzagaña para disparar contra los milicianos apostados en el fuerte de San Marcos. Mientras, en Trintxerpe, la flota estaba amarrada a causa de una huelga. En las cercanías del mercado la gente dormía en la calle, donde estaba la ferretería de Martín Sarriegui, hijo de J. R. Sarriegui, y al ver el ambiente tan malo, con su primo Pepito Sarriegui vinieron a vivir a la casa de Lasa. A los quince o veinte días de guerra, Sarriegui hijo y Lasa van a visitar a Sarriegui padre a Garbera, quien les cuenta cómo solía oír los cañonazos y cómo pasaban las bombas encima de la casa. Al cabo de quince o veinte días vuelven a visitarle, pero en esta ocasión no les abrió la puerta pensando que eran milicianos. Después de abrirles les relató como los milicianos se presentaron en Garbera exigiéndole que les entregara la pistola que portaba. El ex-alcalde estaba autorizado a portar pistola por el cargo que había ocupado, se negó a entregarles a ellos la pistola y sólo lo hizo cuando se personó la Guardia Municipal. Más tarde, volvieron los milicianos y saquearon toda la casa y le quitaron todo. El susto fue muy grande y a consecuencia de esto le trajeron a casa de Lasa. En este tiempo de guerra hacían la vida en la bodega. Al poco, los milicianos colocaron un control en la carretera, y al salir Sarriegui de la bodega, identificó a uno de los asaltantes. Se enfadó mucho, le entró la fiebre. De la enfermedad murió a los cinco días en casa de Lasa. El control se realizaba con barricas de brea ardiendo colocadas en dos hileras alternas que había que sortear en forma de zig-zag. El gobernador de la provincia solía llamar a Sarriegi para hablar con él y tomarle el pelo por el mal castellano que hablaba. En una ocasión, en un arranque de genio, pegó un puñetazo en la mesa y saltó el tintero por los aires llenando de tinta la mesa del gobernador. Tras la muerte, la conducción ser realizó a pie hasta Altza, y se llevó la caja hasta Altza con gran tensión y miedo a que los aviones pensaran que eran militares. A la hora de la muerte le atendió el padre Zugasti, quien tuvo que venir vestido de paisano. Se decía que hizo la traída de aguas y sin dejar números rojos en la cuenta.
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