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Referencia: |
16891 |
Tipo de documento: |
Prensa Fecha: 1933-04-26 |
Descripción: |
"Los chalets de San Sebastián" / Luz. Madrid, 26 de abril de 1933. Pág. 11. |
Observaciones: |
Transcripción:
AMENIDADES TURISTICAS
LOS CHALETS DE SAN SEBASTIAN
Rótulos, arquitectura y tradición
Un modo de interpretar las ciudades por sus detalles más aparentemente adjetivos consiste en observar, por ejemplo, la rotulación de sus villas y chalets.
En el caso de San Sebastián—que es una de las ciudades que mejor se prestan a estos ensayos de rápida interpretación turística—el número considerable de villas es por sí solo un dato expresivo, puesto que no hay ciudad en su género que presente mayor número de chalets en proporción a las dimensiones del casco urbano. Pero la rotulación de las villas ofrece datos igualmente expresivos, que confirman el carácter cosmopolita de su vida, concertado con lo típico y solariego.
Esa misma alianza de lo peculiar y de lo universal se advierte en la arquitectura de las villas, donde al lado del estilo vasco aparece el Renacimiento. Hay el "cottage" de tipo norteamericano y la casona de aire ancestral. Hay el bello estilo francés del palacio de Londáiz y los azulejos portugueses del chalet del Sr. Padilla como recuerdo a su simpatía por el país en el que fué embajador. Hay la gravedad vetusta de Torre Satrústegui, que albergó al gran duque Vladimiro, y la audacia novísima de los chalets modernos, a los que nada tendría que oponer el propio Le Corbusier.
Así, también en la nomenclatura de las villas se advierte idéntica diversidad y análogo consorcio de lo típico y lo universal. Abunda, claro está, el chalet rotulado con un bello nombre de mujer, de acuerdo a la tradición galante; pero la mayoría de estas dedicatorias llevan una desinencia vasca ("Enea", especie de genitivo) como homenaje al idioma del país, que no regatean las familias extrañas a él. "Carmen-enea", "Pilar-enea". Y a veces el nombre castellano se endulza con el "cho" o el "chu", que es en vascuence el sufijo propio del diminutivo. "Marichu-enea", "Luisatxo-enea".
Aparte de los nombres propios, casi todos los rótulos vascos de chalets se refieren al carácter de la villa o a su situación, y están hechos indefectiblemente a base de una docena de términos: mar, monte, colinas, arenal, jaula, nido, sueño, bonito, dulce.
Por el carácter de la villa o por su interpretación alegórica, abundan los nombres de "Gure-kayola" (Nuestra jaula), "Kabi-gosho" (Dulce nido), "Nere-ametza" (Mi sueño), "Atari-eder" (Bello portal), "Gure-txoko" (Nuestro rincón), "Etxetxu"(Casita). "Urdintxo" (Azulina), "Etxe-zuri" (Casa blanca), "Zerutxo" (Cielito), "Bizki" (Gemelos), "Biyona" (De los dos), etc., etc.
De la situación de los chalets se derivan nombres por este estilo: "Toki-eder" (Bello paraje), "Tontor-gosho" (Dulce colina), "Ondar-alde" (Junto al arenal), "Ondar-gaiñ" (Sobre el arenal), "Itxasoan" (En el mar), "Toki-alai" (Sitio alegre), "Lore-toki" (Paraje florido), "Bide-bieta" (En dos caminos), etcétera, etc.
Estas breves explicaciones orientan en seguida al turista un poco desconcertado entre los rótulos vascos, sobre todo cuando tropieza con nombres como el de cierta villa de Fuenterrabía: "Pimpilinpausha", que es una de las seis y ocho denominaciones que en vascuence tiene la mariposa. Pasando de lo típico a lo cosmopolita, en los chalets de San Sebastián se encuentran los nombres más diversos. Desde portugueses, como "Villa Saudade", hasta rusos, como "Datcha Blanca". No faltan los de evocaciones indianas, como "Villa Chascomús" y Villa Luján" (lugares de la provincia de Buenos Aires), y los hay hasta en caló, como el del doctor Decref, cuya villa se rotula con el nombre gitano de Sevilla "Serba la barí".
Por cierto que hay un nombre especialmente significativo: "Villa Evangélica". Es la capilla protestante, que sirve a una importante colonia extranjera y a los numerosos turistas de dicha confesión.
Un nombre francés "Villa Azeline", recuerda con una placa alusiva el destierro del ex ministro M. Malvy. En cambio, no hay placa (ni casi memoria) que en "Villa Alta" recuerde el destierro de Deroulède, quebrantado precisamente un día para batirse en la frontera con Jaurès.
"Villa Aldamar" alude a un noble patricio vasco, Barroeta-Aldamar, abuelo materno de un diputado donostiarra: Rodrigo Soriano.
"Cristina-enea", hoy parque legado al pueblo de San Sebastián, es la finca en que el duque de Mandas hospedaba a Cánovas del Castillo.
"Ayete", hoy propiedad de la familia Alcalá Galiano, era el palacio en que la duquesa de Bailén alojaba a la reina regente antes de construirse Miramar.
"Villa Alcolea" fué muchos años residencia de la princesa Kastrioti, viuda de aquel famoso jerezano, Pedro Alado Domecq, que reivindicó para sí el trono de Albania en episodios dignos de Daudet, puesto que tanto tenían de "Tartarín" como de "Los reyes en el destierro".
"Arbaicenea" es la finca en que mister Moore, siendo embajador norteamericano, dió espléndidas fiestas de pintoresco color, a las cuales concurrían por igual doña María Cristina y el Algabeño. En una de sus fiestas aparecieron dos damas francesas, que fueron presentadas a la entonces reina madre. Eran la esposa e hija del Presidente de la República francesa, M. Doumergue, que viajaban de incógnito. Grandes homenajes, cariñosas atenciones. Ahora bien, M. Doumergue era soltero...
Cuando más tarde se descubrió la superchería, las aventureras habían desaparecido. ¿Quiénes eran? ¿Quién las trajo? Todos se exculparon: "A mí me las presentó el ex alcalde fulano". "A mí, Loftalah Bey, el ministro de Arabia en Roma". Y no se supo más. Pero quien seguramente conocía bien a las intrusas era un cura montañés que permaneció entre bastidores...
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